- ¿Cómo que otra vez no vas a comer? ¿Te crees que cociné para que quede en el plato? A mí me hacían tragar hasta la última miga y yo, sin chistar. ¿Acaso estás llorando? Eres una blandita, igual que tu madre.
El golpe llegó seco a su mejilla que latía en un ardor tibio. La cabeza buscó un rincón en el pecho hundido. Ahora sentía su respiración hecha un potrillo indomable. Entonces lo comprendió. El coraje era un vendaval que le carcomía su coraza de sumisión. Estaba salvada.
© Sandra Montelpare
Argentina
6 comentarios:
Muy bueno, Sandra. Bien escrito y cargado de esperanza, como a mí me gustan.
Un fuerte abrazo,
PABLO GONZ
Nada mas hermoso que saber de alguien que con toda justicia dice BASTA
Un abrazo
Gracias por participar.
Por lo poco que te he leído (aquí y en imaginarte, por ejemplo) me he dado cuenta de que tienes una enorme facilidad para contener los sentimientos de tus relatos en su justo punto, lo cual es dificilísimo. Enhorabuena
Es un micro que deja un sabor agridulce, pero con cierta esperanza.
Me gustó.
Besos
Abrazos para todos, estoy leyendo de a poco y disfrutando del Vendaval!
Ay, Sandra. Menos mal que pusiste un "estaba salvada" justo al final, porque me dolió la torta.
Menos mal.
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