Siempre me procuró una embriaguez inefable beneficiarme de los demás gracias a mi talento. Pude manejar los destinos de funcionarios obsecuentes, ciudadanos reflexivos, inspectores, soplones, críos, prostitutas; provoqué que se maltraten entre sí, fomenté su encono hasta hacerles creer que los había arruinado en la loca carrera por ganar lo suyo, pero lo cierto es que fui yo el que obtuvo lo que quiso, con una arbitrariedad que empezó a sofocarme, que engendró sufrimiento, un opresivo desasosiego. Empecé a tener urgencia de otras cosas, a necesitar otro paisaje, aunque fuera el último. Pero no distinguía cuál, y por momentos me absorbía la zozobra al conjeturar que jamás llegaría a saberlo. Entonces hablé con Judas, arreglamos un par de cosas y me hice crucificar.
© Sergio Gaut vel Hartman
Argentina
8 comentarios:
Una relectura muy interesante, servida con temple y gran sabor literario. Da gusto leerte, Sergio.
Ja ja ja, qué irreverente!!! Buenísimo
Un abrazo
Exquisita prosa, Sergio. Un placer leerte y verte participando. Gracias por todo el esfuerzo que has puesto en la difusión del evento. Un fuerte abrazo!
Me ha gustado mucho su relato y el final...Sorprendente!!!
Saludos desde el aire
Genio, gracias por compartir tus letras.So,os afortunados de tenerte
Saludos rosarinos
Irreverente y genial.
Ahora puedo llegar a entender algunas cosas; malo es que te crucifiquen pero es que lo de antes....no había quien lo soportase por mucho tiempo.
Nadie se libra del hartazgo y el aburrimiento.
Gracias por participar.
¡Hala! toma golpe (de irreverencia sí y de sorpresa). Enhorabuena Sergio
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