“¿Por qué me mira así?”, me pregunto.
Observo mi chaqueta en busca de manchas y no encuentro ninguna.
“Quizás sea algo que tengo en la cara”, me digo interiormente. Toqueteo todas mis facciones para llegar a la conclusión de que están limpias.
Pero él sigue clavando sus ojos en mi alma. Voy al servicio del restaurante para observarme en el espejo. Estoy impecable, ni un solo defecto. Tras diez minutos observándome, me rindo y vuelvo a mi mesa, agobiado porque sé que una mirada taladradora como esa debe tener alguna causa.
Cuando me siento, él está saliendo, golpeando el suelo con su bastón blanco.
© Miguel Andrés Castaño (macyo)
España
http://www.grupobuho.es/blogs/macyo
3 comentarios:
Terrible, miraba con los ojos del corazón.
Me ha dado grima
Abrazo
En cambio yo adiviné qué pasaba, por qué miraba así, justo un instante antes de leerlo.
De modo que, cuando ví que había acertado, sonreí.
(Lo lamento por el hombre ciego, él no ha visto ni mi sonrisa ni muchas otras)
Buen reflejo de cómo nos autoengañan nuestras obsesiones.
Gracias por participar
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