Contigo, a la playa prefiero ir por la tarde, no hace falta sombrilla ni chanclas. Una caminata descalzos por la arena, masaje podal, eligiendo que piedra será rescatada de la metamorfosis permanente a la que la tiene sometida su compañera, el agua. Caminar hacia poniente, sin prisa, hasta que el último rayo de sol atraviese nuestras pupilas; ese no hace daño, ese nos haces sentir vivos. Si no nos apetece caminar, pues nos sentamos a hablar. Cuando nos cansemos de hablar, pues ya sabes, escuchamos el mar y nos dejamos
llevar.
Y sin querer, entre el agradable sabor a cerveza, la arena rayada de garabatos, piedras volando buscando el ¡choff! al chocar con el agua, aparece tu aliada: la luna sobre un fondo mutante, desde el azul cielo al
cielo sin color, pero estrellado. Entonces, ya solo quedamos tu y yo, almas errantes en un proceso de muto
consuelo.
©JosePo
España
4 comentarios:
Muy bien, Jose. Un ambiente muy definido, casi tangible. Me gustó mucho.
Un fuerte abrazo,
PABLO GONZ
Gracias por participar.
Como dice Pablo, casi se puede sentir la arena entre los dedos de los pies en tu relato
Me hubiera gustado estar allí.
Acabas de describir una de las cosas mejores que hay: un atardecer en la playa, bien acompañado, sin prisas.
Afortunadamente el veraño está ahí al lado.
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