Después de muchas horas, con tocino y un chusco de pan, dos naranjas son su merienda-cena. Antonio cree que son mandarinas pero su madre asegura que son naranjas. La guerra continúa y con ella el racionamiento, la miseria y el hambre.
Cuando está a punto de llorar, por el dolor que le corroe el estómago, oye unos pasos. Al volverse ve a Lucio, con el abdomen hinchado y los ojos como platos, recogiendo las cáscaras, que casi sin pasar por sus manos, devora con ansia. Entonces es cuando, tras mirar la naranja que aún le queda, rompe a llorar.
Cuando está a punto de llorar, por el dolor que le corroe el estómago, oye unos pasos. Al volverse ve a Lucio, con el abdomen hinchado y los ojos como platos, recogiendo las cáscaras, que casi sin pasar por sus manos, devora con ansia. Entonces es cuando, tras mirar la naranja que aún le queda, rompe a llorar.
© Miguel Molina
España
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11 comentarios:
Qué tristeza, esta reescritura de Calderón en clave infantil. Al menos le queda la compasión al chiquillo. Qué mala tiene que ser el hambre.
Miguel, me has dejado un agujero en el corazón. Hay tanta gente que comería nuestras migajas...
Un abrazo
Este no te lo había leído y me ha encantado. Genial descripción en cuatro frases de la desesperanza que vivieron nuestras generaciones pasadas.
18.000 besos
Terribles tiempos de guerra y hambre.
Impactante micro, Miguel.
Abrazos.
Si ninety nine siempre hay alguien que sufre un poco más, y da todavía mas tristeza.
Un abrazo
Es realmente demoledor...
Besos
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios.
Ha sido un verdadero placer el poder participar en esta iniciativa.
Un abrazo.
A veces nos creemos los más desgraciados del mundo hasta que descubrimos que hay gente que lo pasa aún peor.
Un relato muy duro y muy bueno.
Un saludo.
Me recordó las historias que me contaban de nuestra guerra civil, las historias de mis padres, de mis tíos.
Ellos comían las cáscaras de las naranjas, ellos también lo hacían.
Lo primero gracias por tu aportación.
Lo segundo: pedazo de micr, duro, desesperado y un gran alegato contra la imbecilidad de la guerra
Miguel, creo que te he comentado por ahí (¿en FBk?).
Estupendo micro, lo que más me ha gustado -aparte del mensaje- es que él crea que son mandarinas y su madre (ay, las madres) le asegure que son naranjas... Qué detalle más pequeño y qué matiz tan grande.
Muchos besos
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