El autobús quedó destrozado, los pedazos de carrocería desparramados en un radio de unos veinticinco metros. Y entre los restos metálicos, la gente. La mayoría se estaba poniendo en pie y algunos auxiliaban a los que se quejaban por contusiones o huesos rotos. No hubo muertes, tan solo la conmoción colectiva y, retumbando en los oídos de los pasajeros, las palabras del chófer “suba, suba, que sí cabe” que se escucharon unos segundos antes de la explosión causada al cerrar la puerta de golpe.
7 comentarios:
No he podido evitar la risa, pensando en esa explosión por culpa de tanto pasajero.
Saludos
Je, je. Muy gracioso el microrrelato.
Me ha gustado.
Saludos.
La culpa es del chófer. No puedo con los "sube que sí cabe" o los "pase, hay sitio al fondo", mientras que el que habla está bien sentadido al volante o está protegico detrás de la barra de un bar donde simple y llanamente no puede caber más gente.
Ja, ja, divertido! Me imagino el autobús hinchado justo antes de explotar.
Me estoy planteando no usar el transporte público sueco...
Gracias por enviar este soplo helado
Me estoy planteando no usar el transporte público sueco...
Gracias por enviar este soplo helado
Muchas gracias, Elysa, Albajara, Luisa, Anita y Depropio por sus comentarios.
Me gusta que les haya gustado :-)
Saludos calurosos desde gélidas tierras.
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